Bueno.. llevo un tiempo leyendo bastante, y un día decidí empezar a escribir, quizás no muy buena idea, dado que soy un desastre y mi mente es un desorden, pero tenía que intentarlo... En principio ha nacido para convertirse en novela, quizás os guste o quizás no, pero os dejo aquí los primeros capítulos, a ver qué tal.
1
Cándido, Calisto, Carmen, Caléndula, Coriander, Christopher, Camila, Carla, Cedric, Chloe, Claudia. Calisto, Caridad, Catalina, Cayetano, Carol, Carolina, Cecilia, Cipriano, Clotilde, Constantino.
Casiopea. Ese nombre se repetía constantemente en mi cabeza. Casiopea, Casiopea, Casiopea. ¿Qué nombre suena más dulce que ese? ¿Qué nombre es tan etéreo? Tan insignificante, colorido, incómodo, roto, podrido.
Todo empezó un cuatro de julio. Aquel pútrido día en que aquel ser humano al que todos llamaban Casiopea apareció en mi vida.
2
Día uno del verano más alucinante de mi vida. Sentada en el asiento trasero del coche de mis padres, la vida se me caía encima. Miraba por la ventanilla, los árboles corrían sin cesar. Uno, dos, tres, cuatro. Alejados de la sociedad al lado de la carretera, viendo la vida pasar. A veces creo que soy un árbol, paciente, esperando… Esperando nada, dejando pasar la vida. Quieta. Inerte. Vacía. Pongámonos en situación.
Chica de 18 años. Primer año de carrera, sigue los pasos que le han sido dados. Después de 18 años de vida, lo único que puedo decir es que he acabado el instituto, y de nuevo, se repite la misma historia pero en un país diferente.
Tras 15 años estudiando en casa, volé a otro país en busca de un gran cambio, pero me encontré a mí misma ante la misma historia, en un país diferente, un idioma diferente y gente diferente. Pero la misma persona: yo. Y es que a veces no nos damos cuenta de cuál es el problema, o simplemente nos empeñamos en buscarlo donde sabemos que no está. Porque en eso los seres humanos somos unos profesionales, en creernos ignorantes, en negarnos a ver lo que pasa, la verdad. Dudas, dudas y más dudas se amontonan en mi cabeza. Locura que se esconde en la tranquilidad de una vida aparentemente normal. Pero bueno, vayamos al grano y dejemos esto a un lado. Saqué la cabeza por la ventanilla en busca de aire fresco, pero no funcionó. Seguía embotada. Dentro de una botella de cristal blindado. Irrompible. Botella que funciona de cuna desde el día que nacemos hasta el día que morimos, con nuestras convenciones, falsos ideales y aparente libertad. No sé qué es peor, si no darse cuenta de esto y vivir en una constante felicidad aparente o saberlo y no hacer nada para cambiarlo, grupo en el que me incluyo.
Nunca he sido una chica de palabras, de hecho, soy la típica persona que se traba con cualquier presentación oral y evita el contacto social en general. Aunque esto cambiaría pronto.
Escuchaba las voces de mi familia de fondo como un constante zumbido. No quiero decir que no quiera a mi familia, ni mucho menos. Pero los escuchaba una y otra vez, hablando de una vida que yo no quería tener. Pero… ¿si no era esa la vida que quería… qué es lo que quiero? Quizás algún día llegue a averiguarlo, y aunque en esta novela parezca acercarme a la respuesta, no es más que otro intento de negar la verdad y la existencia a la que estaba predestinada.
1
Cándido, Calisto, Carmen, Caléndula, Coriander, Christopher, Camila, Carla, Cedric, Chloe, Claudia. Calisto, Caridad, Catalina, Cayetano, Carol, Carolina, Cecilia, Cipriano, Clotilde, Constantino.
Casiopea. Ese nombre se repetía constantemente en mi cabeza. Casiopea, Casiopea, Casiopea. ¿Qué nombre suena más dulce que ese? ¿Qué nombre es tan etéreo? Tan insignificante, colorido, incómodo, roto, podrido.
Todo empezó un cuatro de julio. Aquel pútrido día en que aquel ser humano al que todos llamaban Casiopea apareció en mi vida.
2
Día uno del verano más alucinante de mi vida. Sentada en el asiento trasero del coche de mis padres, la vida se me caía encima. Miraba por la ventanilla, los árboles corrían sin cesar. Uno, dos, tres, cuatro. Alejados de la sociedad al lado de la carretera, viendo la vida pasar. A veces creo que soy un árbol, paciente, esperando… Esperando nada, dejando pasar la vida. Quieta. Inerte. Vacía. Pongámonos en situación.
Chica de 18 años. Primer año de carrera, sigue los pasos que le han sido dados. Después de 18 años de vida, lo único que puedo decir es que he acabado el instituto, y de nuevo, se repite la misma historia pero en un país diferente.
Tras 15 años estudiando en casa, volé a otro país en busca de un gran cambio, pero me encontré a mí misma ante la misma historia, en un país diferente, un idioma diferente y gente diferente. Pero la misma persona: yo. Y es que a veces no nos damos cuenta de cuál es el problema, o simplemente nos empeñamos en buscarlo donde sabemos que no está. Porque en eso los seres humanos somos unos profesionales, en creernos ignorantes, en negarnos a ver lo que pasa, la verdad. Dudas, dudas y más dudas se amontonan en mi cabeza. Locura que se esconde en la tranquilidad de una vida aparentemente normal. Pero bueno, vayamos al grano y dejemos esto a un lado. Saqué la cabeza por la ventanilla en busca de aire fresco, pero no funcionó. Seguía embotada. Dentro de una botella de cristal blindado. Irrompible. Botella que funciona de cuna desde el día que nacemos hasta el día que morimos, con nuestras convenciones, falsos ideales y aparente libertad. No sé qué es peor, si no darse cuenta de esto y vivir en una constante felicidad aparente o saberlo y no hacer nada para cambiarlo, grupo en el que me incluyo.
Nunca he sido una chica de palabras, de hecho, soy la típica persona que se traba con cualquier presentación oral y evita el contacto social en general. Aunque esto cambiaría pronto.
Escuchaba las voces de mi familia de fondo como un constante zumbido. No quiero decir que no quiera a mi familia, ni mucho menos. Pero los escuchaba una y otra vez, hablando de una vida que yo no quería tener. Pero… ¿si no era esa la vida que quería… qué es lo que quiero? Quizás algún día llegue a averiguarlo, y aunque en esta novela parezca acercarme a la respuesta, no es más que otro intento de negar la verdad y la existencia a la que estaba predestinada.